Devocional:
Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (Efesios 4:31)
La amargura, como un veneno, tiene un profundo impacto en nuestra vida espiritual. Se filtra en lo más profundo de nuestro ser, erosionando nuestra paz, alegría y conexión con Dios. Cuando nos aferramos al rencor, al resentimiento y a la falta de perdón, nuestro corazón se endurece, obstaculizando nuestra capacidad de experimentar la plenitud del amor y la gracia de Dios. La amargura nos roba la vitalidad espiritual y obstaculiza nuestro crecimiento en la fe y en la relación con Él.
Noemí fue un ejemplo vivo en la Palabra de cómo luchar contra la amargura, que por una u otra razón puede llegar a nuestra vida, producto de sucesos fuera o dentro de nuestro control. Rut experimentó el dolor de la muerte de su marido en tierra extranjera, y diez años después murieron sus dos hijos. Quedó desamparada con sus nueras, Rut y Orfa (Rut 1:3-5). Cuando Rut y su suegra regresaron a la tierra natal de Noemí, todos en la ciudad se alegraron de verlas. Pero Noemí les dijo: “El Todopoderoso me ha amargado mucho la vida” (v. 20). Incluso les pidió que la llamaran “Mara”, que significa amarga.
¿Quién de nosotros no se ha enfrentado alguna vez a una decepción, se ha sentido tentado por la amargura cuando alguien ha dicho algo hiriente, ha visto defraudada una expectativa o las exigencias de los demás nos han llenado de resentimiento? Cuando reconocemos esto ante Dios y le entregamos lo que ocurre en el fondo de nuestro corazón, nuestro amoroso Jardinero puede ayudarnos a desenterrar cualquier raíz de amargura, tanto si aún es pequeña como si lleva años creciendo. Él puede sustituirlas por un espíritu dulce y alegre.
Oración
Señor, ayúdame a ver tu bondad sin condiciones, y que siempre está disponible para, que pueda desenterrar la raíz de la amargura en mi vida, que Te deshonra y no deja que rinda los frutos que Tu deseas, según Tu voluntad y para Tu eterna gloria. En El Nombre de Jesús, Amén.