Te glorificaré, oh Jehová, porque me has exaltado, y no permitiste que mis enemigos se alegraran de mí. Salmo 30:1
Cuando David fue ungido como rey de Israel, no tardó en enfrentar oposición. Los filisteos se levantaron para atacarlo, y lo primero que hizo David fue buscar la dirección de Dios. Le preguntó: «¿Subiré contra los filisteos?» (2 Samuel 5:19). El Señor le respondió que sí, y le aseguró la victoria. Siguiendo las instrucciones divinas, Israel venció rápidamente al enemigo.
Pero los filisteos no se rindieron. Pronto volvieron a atacar. Esta vez, David bien pudo haber confiado en su experiencia previa. Después de todo, ya sabía cómo derrotarlos, y el plan había funcionado antes. ¿No sería lógico repetir la misma estrategia? Sin embargo, David entendía una verdad que muchos olvidan: tomar decisiones sin buscar a Dios siempre lleva al fracaso. Recordaba bien la amarga lección de Josué en la batalla de Hai, cuando no consultó al Señor y fue derrotado.
Así que David volvió a preguntarle a Dios qué debía hacer. Y el Señor, en lugar de repetir el plan anterior, le dio una estrategia completamente diferente. David obedeció y volvió a vencer.
Este relato nos enseña que, sin importar cuántas veces enfrentemos la misma lucha, siempre necesitamos buscar la dirección de Dios. Su tiempo y Su plan son perfectos. Lo que funcionó ayer no siempre será la respuesta para hoy. Por eso, decide confiar plenamente en el Señor y comprométete a seguir Su guía. Él nunca falla.
Señor, ayúdame a recordar que siempre necesito Tu guía antes de actuar, especialmente en tiempos de dificultad y en cada decisión que deba tomar. Enséñame a confiar en Tu tiempo y en Tu plan, sabiendo que Tu camino es siempre el mejor para mí. Me comprometo a esperar en Ti, a buscarte antes de moverme y a seguir cada paso que me señales. Gracias porque Tú eres mi fuerza, mi escudo y quien me conduce a la victoria. En el nombre de Jesús, Amén.