En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa. (Efesios 1:13)
Señor, quiero poder decir que “peleé la buena batalla, terminé la carrera, guardé la fe” y que “ahora me está reservada la corona de justicia”, que el Señor me dará no sólo a mí, sino a todos los que te aman en el día que vengas por nosotros (2 Tim. 4, 7-8). Por tu causa, Señor, “nos gloriamos en la tribulación, porque sabemos que la tribulación produce perseverancia; la perseverancia, un carácter aprobado; y el carácter aprobado, la esperanza” (Romanos 5:3-4). Sé que nunca me decepcionará poner mi esperanza en Ti porque tu amor ha sido derramado en mi corazón por el Espíritu Santo en mí, que es la garantía de mi gran futuro contigo. (Rom. 5:3-5).