Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos. Proverbios 3:8
Son las heridas invisibles que hay en tu interior las que causan continuamente el dolor que sientes y hacen que respondas de forma destructiva. Por supuesto, estas heridas fueron causadas por el pecado, tanto el que tú has cometido como el perpetrado contra ti. Sólo hay Uno capaz de llegar a lo más profundo de tu alma y repararlas: el Gran Médico, el Señor, tu Dios. Él es tu única esperanza de recuperación.
Sin embargo, Malaquías 4:2 promete: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada”. Ahora sabemos exactamente lo que quería decir el profeta. Jesús vino al mundo para que pudieras ser sanado: de tu relación con Dios, de la pena del pecado y de esas profundas heridas emocionales que llevas dentro. De hecho, en el momento en que aceptas a Cristo como tu Salvador, eres habitado por el Espíritu Santo. Y como sabemos por Proverbios 20:27, “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, La cual escudriña lo más profundo del corazón”. Es el Espíritu Santo quien busca y formula el plan de tratamiento para cada herida de tu interior.
Quizá hoy te sientas frustrado por las viejas heridas que te acosan continuamente: los rechazos, las traiciones y los fracasos que han moldeado tu vida durante tanto tiempo. Amigo, anímate. Dios está trabajando para sanarte. A veces lo hace a través de las pruebas y los desafíos a los que te enfrentas, pero no desesperes. Él sabe exactamente lo que hace cuando saca a la superficie los problemas y los desarraiga por completo. Puede que tarde algún tiempo, pero ten la absoluta seguridad de que tu Gran Médico no te fallará.
Señor Jesús, gracias por ser mi Gran Médico, que me salva de mis pecados y cura mis heridas más íntimas. Confiaré en Ti para que me guíes. Amén.