El que menosprecia el precepto perecerá por ello; Mas el que teme el mandamiento será recompensado. (Proverbios 13:13)
Cuando obedecemos a Dios, sabemos que, incluso cuando se nos pone a prueba, Él tiene un buen propósito. Primera de Pedro 1:6-7 nos recuerda: «6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, 7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo» La adversidad que el Señor permite en nuestras vidas puede ser un puente impresionante hacia una fe más fuerte y una relación más profunda con Él. También sabemos que si el Padre decide poner a prueba nuestro carácter, no nos dará más de lo que podamos soportar, sino que nos proporcionará las herramientas necesarias para que podamos perseverar (1 Corintios 10:13).
Sin embargo, cuando nos damos cuenta de que nuestras malas decisiones han tenido consecuencias dolorosas que debemos soportar, podemos enfurecernos con nosotros mismos, reprendiéndonos sin descanso y castigándonos más duramente de lo que el Señor lo haría jamás. Si esa ira interior no se resuelve, puede acabar convirtiéndose en una desesperación profunda y paralizante. Nos condenamos sin piedad y rechazamos la gracia de Dios porque nos sentimos indignos.
Hermano y hermana que me lees, el Salvador no quiere que vivas así. Si te deprimes a menudo, busca en tu corazón cualquier ira que albergues hacia ti mismo. Confiesa tus sentimientos al Padre, acepta Su perdón y aprende a perdonarte a ti mismo. Luego vuelve a Él en obediencia, sabiendo que Él puede convertir cualquier cosa para tu bien si aceptas caminar en obediencia a Él.
Padre, Tú conoces la desesperación que siento a menudo. Libérame de la ira que siento hacia mí propia persona y ayúdame a caminar en obediencia a Ti. En El Nombre de Jesús, Amén.