Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades… porque cuando soy débil, entonces soy fuerte 2 Corintios 12:10
La idea de alegrarse en la debilidad parece contradecir todo lo que el mundo nos enseña. Vivimos en una época que celebra el control, la competencia, el éxito y la fortaleza personal. Ser débil, depender de otro o admitir nuestras limitaciones suele percibirse como un fracaso. Sin embargo, Pablo, quien enfrentó persecuciones, azotes, cárceles y oposición constante, declara que se complace en sus debilidades.
¿Cómo es esto posible? ¿Cómo puede alguien tan valiente, tan activo, tan fructífero para el Reino decir que se alegra de su fragilidad? La respuesta está en esta declaración poderosa: «porque cuando soy débil, entonces soy fuerte». Pablo había descubierto una verdad que transforma la vida: la verdadera fortaleza no nace de la autosuficiencia, sino de la dependencia total de Cristo.
Pablo no logró tanto porque fuera fuerte en sí mismo, sino porque se rindió totalmente a la fuerza de Jesús, permitiéndole hacer a través de él cosas humanamente imposibles. Así también sucede contigo. Dios no te pide que seas autosuficiente, sino que reconozcas tu necesidad, te humilles y le permitas obrar con poder en tu fragilidad.
La debilidad no es una barrera, sino el umbral por el cual entra el poder de Dios. Es allí, en lo que no puedes controlar, en lo que te sobrepasa, donde Él se manifiesta con más gloria. Por eso, no temas tus limitaciones. Más bien, entrégalas con confianza, sabiendo que Dios puede hacer más de lo que pides o entiendes… incluso desde tu debilidad.
Señor, gracias por enseñarme que mi debilidad no es una desgracia, sino una oportunidad para que tu poder se perfeccione en mí. Ayúdame a no esconder mis límites ni temer mis carencias, sino a entregártelos con confianza. Hazte fuerte en mí, obra en mí y a través de mí. Que tu gloria brille aún en mis flaquezas, y que mi vida sea un testimonio de lo que solo Tú puedes hacer. En el nombre de Jesús, Amén.