¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? Proverbios 23:29
Hay personas que parecen tener siempre problemas. Este proverbio habla de cómo las personas recurren al alcohol para adormecer su dolor, pero terminan sólo aumentando sus propias dificultades. Afortunadamente, conocemos un camino diferente.
Para estar en paz mientras las tormentas de la vida arrecian a nuestro alrededor, podemos ser vencedores manteniendo la perspectiva de Dios sobre los altibajos de la vida y accediendo a Su poder, ambos disponibles para nosotros a través del Espíritu Santo. Por eso Efesios 5:18 amonesta: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu».
A través de Él, podemos mantener diligentemente la perspectiva de Jesús en nuestras pruebas (Juan 16:33). Asimismo, el Espíritu Santo nos permite aprovechar el poder divino de Cristo resucitado y ser más que vencedores en cualquier situación (Romanos 8:37). La clave está en someter nuestra voluntad a la suya.
Entonces, en lugar de reaccionar ante la vida basándonos en nuestras propias debilidades y deseos -o tratando de adormecer nuestros sentimientos, lo que nos llevará a una mayor destrucción-, respondamos basándonos en el hecho de que pertenecemos a Jesús, y que la fuerza, la sabiduría y la voluntad de Dios están siempre disponibles para llevarnos al triunfo.
La prioridad del Padre para ti es la transformación a la imagen de Cristo, y llevarte a ceder el control de tu vida al Espíritu Santo permite que se haga Su voluntad en tu vida. Es entonces cuando experimentarás la paz interior que se te ha prometido de una manera que nada en la tierra puede replicar (Juan 14:27). Así que sométete a Él y dile: «Señor, lo que Tú decidas enviar estará bien para mí». Y Él se asegurará de que tengas todo lo necesario para experimentar la vida victoriosa para la que fuiste creado.
Señor, que a traves de Tu Espíritu Santo, no tenga la inclinación de adormecer mis penas, sino que en lugar de ello las dirija, con fe y confianza, a Ti. Ayúdame a superar cada desafío que enfrente, con sabiduría y a glorificar a Dios con mi vida. En El Nombre de Jesus, Amén.
