De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. (Juan 12:24)
Una sola semilla permanecerá en su estado solitario hasta que se deje caer en la tierra y se cubra de tierra. La semilla debe ser enterrada, dispuesta a morir con el propósito de reproducir la vida. En poco tiempo, la cáscara exterior de la semilla se abre y un pequeño brote verde comienza a abrirse camino a través de la tierra hasta salir a la luz del sol. Crece hasta convertirse en un tallo de trigo, produciendo docenas de granos que podrían propagarse en plantas propias. A partir de un solo grano, podrían crecer millones de acres de trigo.
En el versículo de hoy, Jesús describió lo que le sucedería a Él a través de Su crucifixión y resurrección. Antes de que Él pudiera comprar la salvación y Su vida de resurrección pudiera obrar a través de nosotros, Jesús tenía que morir. Por eso dio voluntariamente su vida en sacrificio. Pero Jesús también enseñó que este principio se aplica a nosotros: mientras permanezcamos inflexibles a Él, no podremos dar fruto eterno que dure y se multiplique. Por lo tanto, debemos tomar nuestras cruces diariamente, muriendo a nosotros mismos y viviendo de acuerdo a Sus propósitos. Cuando lo hacemos, Él obra a través de nosotros, haciendo lo milagroso y salvando a otros.
Señor, te doy gracias por tu sacrificio, por mostrarme el camino a la vida eterna. Ayúdame a morir a mí mismo cada día y a vivir de acuerdo a Tus propósitos. Que Tu poder de resurrección actúe a través de mí para dar fruto duradero y llevar a otros a conocerte. Enséñame a seguir Tu ejemplo, confiando en que mi voluntad de someterme a Ti producirá milagros para Tu gloria. En El Nombre de Jesús, Amén.