Porque en vano se tenderá la red Ante los ojos de toda ave; Pero ellos a su propia sangre ponen asechanzas, Y a sus almas tienden lazo. Proverbios 1:17-18
Hay varias definiciones de la palabra «deuda». Algunos dirían: «Cualquier cosa que debas a alguien, en cualquier momento». Otros se referirían a ella como estar atrasado en los pagos o estar sobreextendido, haber contraído más allá de la propia capacidad de pago. Sin embargo, Romanos 13:8 es un versículo que tiene algo de perspicacia para nosotros: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.” ¿Significa eso que nunca debes nada a nadie?
La mayoría de las veces que la Biblia se refiere a las deudas, lo hace de forma negativa. Dios dio instrucciones muy estrictas sobre pedir dinero prestado en el Antiguo Testamento. El problema hoy en día no es que la Biblia diga que nunca, bajo ninguna condición, debas nada a nadie, sino que lo que sea que debas, como creyente, debes pagarlo a tiempo. No debes estar atrasada, sobrepasada o incapaz de pagar tus deudas porque eso nos lleva a una mayor esclavitud, que puede llegar a ser imposible de superar.
Es maravilloso vivir en un país donde puedes obtener un préstamo si lo necesitas, como para una casa o un coche. Pero hay que hacerlo pocas veces, con sabiduría y precaución. No hay nada malo en una cantidad adecuada de deuda si está en la voluntad del Padre, si es algo que Él te ha mostrado que hagas, y si puedes cumplir con tus obligaciones. Pero algunas personas compran mucho más de lo que podrían permitirse sin tener ni idea de cómo devolverlo. Se complacen con compras que están muy por encima de sus posibilidades, sin estar dispuestos a esperar el permiso o la provisión de Dios. Ese es el punto en el que una deuda se convierte en pecado y en una trampa de la que será difícil escapar.
Señor, aléjame de la tentación y enséñame a manejar con sabiduría los recursos que, en Tu gracia, me has dado. En El Nombre de Jesús, Amén.
