Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó. (Génesis 6:22)
El nombre Elohim transmite la idea de fuerza y poder. Noé confió en que cuando Dios, con Su poder, le dijo que construyera un barco, la mejor opción era ponerse manos a la obra. Y no cabe dudas de que la gente se lo puso difícil. En medio del oprobio reinante en aquella sociedad, imagina la posición de un hombre que se pasa un siglo construyendo un enorme cofre flotante, a cientos de kilómetros del océano más cercano, y sus vecinos van a hacer preguntas, burlándose de lo que temen o no comprenden.
Y, sin embargo, la obediencia de Noé fue un testimonio para todos, de sobrepasar tales adversidades. Pedro le llamó más tarde “predicador de la justicia” (2 Pedro 2: 5), no porque predicara literalmente, sino porque su fiel trabajo de construir el arca era una advertencia diaria de que el mundo estaba condenado. Cada día, su laboriosa obediencia gritaba una advertencia a la gente, que cerraba sus ojos a la luz, tapaba sus oídos a la verdad. En medio del ridículo y de una larga espera, no hay dudas de que Noé hubiese sido consolado leyendo las palabras de David, que posteriormente, en su vida, se cumplieron: Yo me acosté y dormí, Y desperté, porque Jehová me sustentaba. No temeré a diez millares de gente, Que pusieren sitio contra mí. (Salmos 3:5-6)
Cuando las malas noticias del mundo o tus propias dificultades amenacen con abrumarte, duerme tranquilo, sabiendo que tu Dios es soberano y vela por ti.
Cuando te obedezco, Señor, puedo descansar en paz, sabiendo que Tú me cubres las espaldas aquí y mi presente y mi futuro se encuentran en la palma de tus manos.