Siguió luego Jacob su camino, y fue a la tierra de los orientales. (Génesis 29:1)
Dios tiene muchas maneras de enseñarnos. Y una de las formas en que somos instruidos por el Señor es cuando cosechamos lo que sembramos. La historia de la vida de Jacob, hasta este momento en la historia del Génesis, había estado marcada por dos situaciones en las que engañó a miembros de su familia para conseguir lo que quería. Ahora había llegado el momento de que experimentara, producto de sus malas actuaciones, el dolor de la decepción.
Una vez terminado su viaje a la tierra de Betuel y ya instalado en la casa de Labán, acuerda con su tío trabajar durante siete años para casarse con Raquel. Pero una vez terminado dicho período y celebrada la fiesta, Labán envía a Lea a la cámara nupcial en lugar de a su hija menor. Jacob no descubrió el error sino hasta el día siguiente. Él, que tanto había engañado a otros, recibía la misma moneda, y ahora, era la vícitima de un engaño. Pero: ¿Por qué hizo esto el Padre, y que consecuencias buscaba provocar en Jacbo? Su objetivo era cambiar ese carácter pecaminoso en un carácter fuerte. Muchas (no todas) las situaciones difíciles por las que pasamos son resultado de la siembra que hemos hecho. ¡Dios nos enseña a través de la cosecha!
Génesis 29 me enseña que Dios me da la oportunidad de sembrar lo que quiera, pero siempre me devolverá exactamente lo que he sembrado. Así que hagamos el bien mientras el tiempo esté de nuestro lado.
Oración:
Señor, ponme siempre en el camino de hacer el bien, de cumplir Tu voluntad y de glorificarte en cada situación en la que me encuentre hoy, sabiendo que me permitirás sembrar lo que desee y recibiré a cambió la cosecha que tengas para mi, de acuerdo a los planes de bien que guardas para cada uno de Tus hijos. En El Nombre de Jesús, Amén.