Dejad las simplezas, y vivid, y andad por el camino de la inteligencia. Proverbios 9:6
Es reconfortante saber que nuestro Padre celestial nunca nos abandona. Pero seguir a Jesús como Señor no solo implica consuelo: también nos desafía profundamente. Nos llama a renunciar a muchas cosas que valoramos, ya sean relaciones, metas personales, posesiones materiales o formas de seguridad terrenal que hemos aprendido a depender. Y no siempre se trata de cosas malas o pecaminosas; a veces es algo bueno que Dios nos pide dejar por una razón mayor, que solo Él conoce.
Desprendernos de aquello a lo que estamos apegados puede doler. Pero es en ese proceso de rendición donde el Espíritu Santo trabaja más profundamente en nosotros. Su objetivo es llevarnos a una entrega total, en cada rincón de nuestra vida. Solo entonces el poder de Cristo puede fluir sin trabas a través de nosotros y tocar la vida de los demás.
¿Hay algo que aún no has rendido del todo? ¿Una parte de tu vida que todavía reservas como “intocable”? Jesús no te pide que mejores esa área por tu cuenta. Te pide que se la entregues. Seguirlo significa poner todo en Sus manos. Y cuando puedes decir con sinceridad: «Todo lo que soy y todo lo que tengo es tuyo», entonces conoces lo que es vivir en libertad: una libertad que nace de confiar plenamente en Él.
Señor, enséñame a rendirte todo sin reservas. Muéstrame si hay algo que aún no he entregado completamente, y dame el valor para soltarlo en tus manos. Quiero seguirte sin distracciones, sin ataduras, sin condiciones. Recibe mi vida, mis bienes, mis planes y mis sueños. Que tu voluntad se cumpla en cada rincón de mi ser, y que al confiar plenamente en ti, experimente la libertad verdadera. En el nombre de Jesús, Amén.
