Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas. Santiago 1:2
A primera vista, este versículo puede parecer desconcertante. ¿Cómo se supone que debemos alegrarnos cuando enfrentamos dificultades? Cuando atravesamos momentos de crisis, decepción o dolor, lo último que queremos escuchar es una invitación a regocijarnos. Pero Santiago no nos pide que nos alegremos por la prueba en sí, sino por lo que Dios está haciendo a través de ella.
Santiago asume que deseamos crecer espiritualmente, que anhelamos parecernos más a Cristo. Y precisamente por eso, nos llama a mirar las pruebas desde otra perspectiva: como herramientas que Dios utiliza para fortalecer nuestra fe, desarrollar nuestra resistencia y llevarnos a la madurez. Las pruebas no son castigos, sino parte del proceso de formación que el Señor, con amor, permite en nuestra vida.
Así que cuando te enfrentes a un desafío, en lugar de preguntarte por qué estás siendo probado, pregúntate qué quiere Dios enseñarte a través de ello. No interrumpas la obra que Él está haciendo resistiéndote al proceso. Más bien, abrázalo con fe y gratitud, sabiendo que en medio de la dificultad, Él está moldeando algo precioso en ti.
Porque cada prueba, por dolorosa que sea, contiene en sí misma una promesa: si perseveras, serás transformado. Y eso es motivo de gozo.
Señor, gracias por recordarme que las pruebas son oportunidades para crecer en la fe y acercarme más a Ti. Ayúdame a ver más allá del dolor y a confiar en que estás usando cada circunstancia para formar en mí un carácter firme y maduro. Dame sabiduría para no resistirme a tu obra y fuerza para perseverar con esperanza. Que en cada prueba, mi fe se profundice, mi corazón se afirme y mi vida te glorifique. En el nombre de Jesús, Amén.