Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león. 2 Timoteo 4:17
Pablo estaba nuevamente en prisión y sabía que el final se acercaba: pronto sería ejecutado por orden de Nerón. Para empeorar las cosas, estaba solo. La mayoría de sus compañeros lo habían abandonado o estaban lejos, cumpliendo con su misión. La inminente ejecución, la soledad y el abandono podrían haberlo quebrado… pero no fue así. ¿Por qué? Porque Pablo sabía que el Señor jamás lo dejaría.
Estar solo exige una fuerza que va más allá de lo humano. Y si, como Pablo, estás enfrentando una batalla sin defensores visibles, aquí tienes una verdad poderosa: el Señor está contigo. Él te fortalecerá, te guiará, te sostendrá y te liberará. Sus promesas siguen vivas, y Su Palabra tiene el poder de atravesar las noches más oscuras y disipar tus temores con consuelo y esperanza firme.
Por eso es vital atesorar las Escrituras en el corazón. En el momento oportuno, el Espíritu Santo traerá a tu mente justo la promesa que necesitas para resistir. Si hoy te sientes solo, pídele al Señor que te hable a través de Su Palabra. Él será tu refugio, tu fuerza y tu porción eterna.
Señor, gracias por estar siempre conmigo, especialmente en los momentos de soledad y debilidad. Recuérdame que Tú eres mi fuerza, mi guía y mi ayuda constante. Cuando sienta que nadie me acompaña, tráeme a la memoria Tus promesas y lléname de Tu paz. Ayúdame a guardar Tu Palabra en mi corazón, para que me sostenga cuando más lo necesite. Tú eres mi porción para siempre, y confío en Tu fidelidad. En el nombre de Jesús, Amén.