Sucedió después de estas cosas que dijeron a José: He aquí tu padre está enfermo. Y él tomó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín. (Génesis 48:1)
La cúspide de la grandeza de José se ve en Génesis 48. En una escena muy similar a la de Isaac, que llama a sus hijos para bendecirlos cerca de la muerte, José se presenta ante su padre con sus dos hijos, Efraín y Manasés. Es evidente que aquí José asume finalmente el papel de la primogenitura entre los hijos de Jacob, en lugar de Rubén, que deshonró el lecho de su padre (Gn 49,4). Sin embargo, como José fue arrebatado a Jacob, recibe a sus nietos como hijos. Una vez más, evidenciando la acción soberana de Dios, la bendición se invierte, favoreciendo a los más jóvenes (vv.18,19).
Nótese en esta lectura la triple mención de la acción de Dios, en palabras de Jacob. Él es (1) el Dios en cuya presencia caminaron Abraham e Isaac, (2) el Dios que lo sostuvo y (3) el Ángel que me libró de todo mal. Dios se mostrará exactamente así en la continuidad de la nación israelita: un Dios presente, un Dios que provee y un Dios que libera. ¡Así es con nosotros! Dios vive en nosotros, provee todas nuestras necesidades y nos libera, por el poder de la sangre que su hijo derramó para redimirnos de todo mal.
Que el Señor Dios esté contigo, te sostenga y te guarde! Ese es el mensaje de Génesis 48.
Oración:
Señor, que hoy tenga presente que eres un Dios de presencia, amor, provisión y misericordia incondicional guardada para cada uno de tus hijos. En El Nombre de Jesús, Amén.