Oíd, porque hablaré cosas excelentes, Y abriré mis labios para cosas rectas. Proverbios 8:6
Segunda de Timoteo 4:2 instruye: «que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.». Esto se debe a que lo que tenemos en la Palabra de Dios son los pensamientos mismos del Señor. La Escritura es la forma principal en que conocemos al Padre y el agente por medio del cual el Espíritu Santo obra para conformarnos a Su carácter, transformarnos a Su semejanza y renovar nuestras mentes, de modo que podamos comprobar «cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.» (Romanos 12:2).
Hebreos 4:12 nos dice: «La palabra de Dios es es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu.». En otras palabras, a través de las Escrituras, el Espíritu Santo habla a lo más profundo de nuestra alma: sana nuestras heridas, nos convence de pecado, nos anima y nos revela verdades que no podríamos conocer de otro modo. Este es el poder inherente de la Palabra de Dios. A través de ella, el Señor nos mueve a ir más allá de nuestra propia capacidad para lograr todo eso. Y no importa quiénes seamos, de dónde vengamos o cómo hayamos crecido, porque el Espíritu Santo mismo nos lo explica de una manera que podemos entender (Salmo 19:7).
No hay nada en este mundo más noble o digno de nuestra conversación que la Biblia por todo lo que ella significa y por quién nos la revela. Así que habla de la maravillosa Palabra de Dios. Al hacerlo, estimularás a otros a amarlo más y a seguirlo en obediencia.
Señor, enséñame a guiar a otros hacia Ti a través de Tu Palabra. Profundiza las Escrituras en mi corazón para que siempre pueda aferrarme a Ti y caminar por Tus sendas y cumplir Tu grandiosa voluntad en mi vida. En El Nombre de Jesús, Amén.