Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres. Josué 7:10-11
Se aproximaba una fecha de entrega de un artículo que debía redactar en mi trabajo como periodista, y una discusión que había tenido con mi esposo me daba vueltas por la cabeza. Me quedé mirando el cursor parpadeante de mi computador, mientras pensaba: Él también estuvo equivocado, Señor. Cuando la pantalla de la computadora se apagó, vi mi reflejo enfadado. Mis errores sin reconocer entorpecían mi trabajo y dañaban mi relación con mi esposo y con Dios. Tomé el teléfono, me tragué el orgullo y pedí perdón. Saboreando la paz de la reconciliación, le di gracias a Dios y terminé mi artículo a tiempo.
Los israelitas experimentaron el dolor del pecado personal y el gozo de la restauración. Josué les advirtió que no se enriquecieran en la batalla por Jericó (Josué 6:18), pero Acán robó y escondió en su tienda algunas cosas del botín (7:1). Solo después de que su pecado fue descubierto y juzgado (vv. 4-12), la nación pudo reconciliarse con Dios.
Como Acán, no siempre pensamos que “guardar pecado en nuestra tienda” aleja nuestro corazón de Dios y afecta a quienes nos rodean. Reconocer a Jesús como Señor, admitir nuestro pecado y pedir perdón proporcionan el cimiento para relaciones saludables con Dios y los demás. Al someternos a diario a nuestro amoroso Creador, podemos servirlo y disfrutar de su presencia… juntos.
Señor Todopoderoso, te pedimos la fuerza para reconocer y destruir aquello que nos divide de Ti y de nuestros seres queridos. Ayúdanos a admitir nuestros errores, buscar el perdón y caminar en Tu luz. Que nuestra vida refleje Tu amor y gracia, uniendo nuestros corazones en paz y armonía. En El Nombre de Jesús, Amén.