Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Santiago 2:5
Muchas veces hemos soñado con heredar una gran fortuna y nos preguntamos cómo transformaría nuestras vidas. Sin embargo, la Palabra nos recuerda que ya tenemos una herencia infinitamente mayor: el reino eterno de Dios, una riqueza que hace que cualquier tesoro terrenal parezca insignificante.
El mismo Señor te ha hecho partícipe de esa herencia. Como declara Romanos 8:16-17, «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo». Todo lo que pertenece al Creador es tuyo en Cristo, y Él ha prometido suplir cada una de tus necesidades.
¿Por qué entonces vivir con miedo a la escasez, comparándote con los demás o anhelando lo que es pasajero? Tu verdadera riqueza está asegurada en Jesús. En Él ya posees lo más valioso: salvación, amor eterno y una esperanza que no se desvanece. Vive con gozo y confianza, sabiendo que tu herencia no puede ser arrebatada.
Padre, gracias porque en Cristo me has hecho tu hijo y heredero. Perdóname cuando olvido la abundancia de tus promesas y vivo con temor o envidia. Enséñame a descansar en la seguridad de mi herencia eterna y a confiar en tu provisión diaria. Que mi vida refleje gratitud y gozo por todo lo que ya tengo en Ti. Hazme caminar con fe, libre de ansiedad, celebrando tu amor eterno. En el nombre de Jesús, Amén.