Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Deuteronomio 6:5
A menudo, podemos definir la rendición, pero vivirla es un desafío mayor. En la vida cristiana, rendirse significa entregar a Jesucristo la posesión, el control y el uso completos de nuestro espíritu, alma y cuerpo. Él nos pertenece por derecho de creación y redención, y nuestra respuesta debe ser una devoción sincera y total.
Primero, la rendición debe ser deliberada: un acto consciente de compromiso. Así como una pareja intercambia votos de entrega mutua, nosotros nos entregamos a Cristo con intención plena. Segundo, debe ser voluntaria; nadie puede obligarte a seguir a Dios. Rendirse es una elección personal. Tercero, es definitiva. Ante los ojos del Señor, cuando te entregas, la transacción está completa. Sin embargo, rendirse también es progresivo, una entrega diaria que se profundiza a medida que crecemos y maduramos en nuestro caminar con Él.
Reflexiona: ¿hasta qué punto has rendido tu corazón a Jesús? ¿Hay áreas que aún reservas para ti mismo, o has entregado todo a Su señorío? El llamado es a una entrega completa y continua, permitiendo que Su voluntad transforme cada aspecto de nuestra vida.
Señor, deseo amarte con todo mi corazón, alma y fuerzas. Enséñame lo que significa vivir en completa entrega a Ti. Toma cada parte de mi vida, mis deseos, miedos y planes, y hazlos completamente tuyos. Ayúdame a elegir cada día, con gozo y voluntad plena, caminar en obediencia a Ti. Guíame a rendir más de mí mismo, para que Cristo sea glorificado en todo lo que hago. En Su nombre, Amén.
