Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Marcos 11:25
Puede haber momentos en los que te sientas justificado en tu ira hacia los demás. Pero Jesús enseñó que siempre debemos perdonar. De hecho, en la parábola del siervo ingrato, Jesús habló a sus discípulos de un siervo que debía a un rey diez mil talentos (en términos modernos, serían millones de dólares), una cantidad que el esclavo nunca podría pagar. Una deuda tan enorme justificaba que el siervo y su familia fueran vendidos como esclavos. Pero cuando el hombre imploró clemencia, el rey le perdonó la deuda por completo.
Uno pensaría que el siervo aprendería de la increíble generosidad y profunda compasión del rey. Lamentablemente, Jesús dijo a los discípulos: “Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes…y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.” (Mateo 18:28-30). Un denario no era más que el salario de un día, así que lo que le debía el siervo era una miseria comparado con lo que le había perdonado el rey. Sin embargo, la misericordia que se le había mostrado parecía no tener efecto.
Podríamos preguntarnos por el estado de su corazón, que se niega a mostrar compasión después de haber sido perdonado de tanto. Pero la verdad es que a menudo respondemos como aquel siervo ingrato. Nuestro Salvador nos perdona mucho más de lo que el rey perdonó al siervo. Con Su preciosa sangre, Jesús elimina todos nuestros pecados y Su sacrificio destruye cualquier excusa que podamos tener para aferrarnos a la amargura. Aunque pensemos que es prudente poner límites al número de veces que aceptamos disculpas o a las ofensas que perdonamos, Jesús no trazó tales límites en la cruz. Él nos perdona plenamente, como nosotros debemos perdonar a los demás.
Señor, enséñame perdonar, para no retener ira, contiendas o amargura en mi corazón. Que pueda mostrar Tu compasión y misericordia a todos los que conozco, a través de Tu amor y misericordia conmigo. En El Nombre de Jesús, Amén.
