Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Lucas 5:6
Enseñar a nadar empieza con una lección sencilla: hay que meter la cara en el agua. Ese pequeño pero importante paso inicial, ayuda a la persona a sentirse cómoda en el agua y es fundamental para todas las habilidades de un deporte que a simple vista parece sencillo, pero es de los más complejos de ejecutar correctamente, como lo es la natación. Del mismo modo, seguir al Señor comienza con un pequeño acto de obediencia, paso sencillo que nos coloca en la dirección adecuada. conforme a la voluntad de Nuestro Padre Celestial. En momentos, en los que no entendemos esta realidad, puede parecer insignificante o sin relación con la tarea que tenemos entre manos, pero por ahí es por donde Dios quiere que empecemos.
Cuando Jesús pidió prestada una barca de pesca, debió de parecerle, a sus interlocutores, una petición ordinaria. Pedro no tenía ni idea de que aquella situación, aparentemente trivial, le abriría la puerta al ministerio de Cristo y a una extraordinaria aventura con el Señor. Decir sí a Dios en las cosas pequeñas es esencial para descubrir Su propósito para nosotros, y lo que es más, nuestra obediencia también hará que a menudo otros se beneficien. La obediencia de Pedro a la siguiente pequeña petición de Jesús -que echara las redes una vez más- dio como resultado dos barcas llenas de peces, que fueron más que suficientes para todos los que estaban con él.
A veces, la obediencia a Dios puede parecer poco razonable, como cuando un carpintero, sin ningún conocimiento aparente del mar y sus características, le pide a un pescador profesional que lo intente una vez más, aunque lleve toda la noche pescando sin éxito. Pero obedecer al Señor puede conducir a oportunidades y bendiciones divinamente ordenadas para nosotros y para los demás. ¿Cómo respondes a las peticiones de Dios? ¿Te llega rápidamente la palabra “sí”?
Dios amoroso, al igual que Pedro, deseo seguir tu voluntad aún cuando no comprenda por completo. Ayúdame a confiar en tu sabiduría y en tus caminos perfectos. Derrama tu gracia sobre mí para que pueda discernir tu voz y obedecer sin dudar. Permíteme echar las redes en el mar de la vida, confiando en tu provisión y dirección. Que mi fe sea firme y mi obediencia sea total, sabiendo que en ti encuentro propósito y plenitud. En El Nombre de Jesús, Amén.