Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. Mateo 1:23
Desde la creación, Dios ha mostrado un profundo deseo de estar con Su pueblo. Instruyó a Moisés a construir un tabernáculo en el desierto para que Su presencia habitara en medio de ellos. Más tarde, ordenó a Salomón edificar un templo en Jerusalén, donde nuevamente Su gloria llenó la casa. Pero todo eso era solo una sombra del propósito supremo del Padre: habitar con nosotros y en nosotros.
Ese anhelo divino se cumplió plenamente en el nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesucristo. En Jesús, Dios estuvo con nosotros como nunca antes: comiendo, hablando, sanando y enseñando. Su presencia se hizo tangible, cercana, personal.
Hoy, Dios continúa con nosotros de una manera aún más íntima, por medio de Su Espíritu Santo. Cada creyente lleva dentro de sí la presencia viva del Señor, quien nos infunde Su vida, nos guía y nos fortalece. El Espíritu Santo es la garantía de que Dios nunca nos dejará ni nos abandonará.
El Padre, al enviar a Su Hijo y a Su Espíritu, ha cumplido Su más tierno deseo: habitar en nosotros para siempre, de modo que podamos disfrutar una relación eterna con Él.
Dios está contigo hoy. Estará contigo mañana. Y estará contigo por toda la eternidad, porque “Dios con nosotros” es más que un nombre; es Su naturaleza y Su promesa.
No estás solo. Abraza este precioso regalo: la presencia eterna y constante de Dios contigo.
Reflexión:
¿Cómo cambia tu manera de vivir saber que Dios está contigo en cada momento? Permite que Su presencia transforme tu temor en confianza y tu soledad en comunión.
Señor, gracias porque estás conmigo. Gracias por habitar en mí por medio de Tu Espíritu. Enséñame a caminar cada día consciente de Tu presencia y a descansar en la seguridad de que nunca estoy solo. En El Nombre de Jesús, Amén.