De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. (Job 42:5)
Contemplar la vida desde la perspectiva de Dios nos permite mirar más allá de las circunstancias. Además, comprendemos que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” (Romanos 8:28) Aprendemos que, por mucho que parezca que el mundo se desmorona y que el suelo se escapa de nuestros pies, El Señor tiene el control de todo en sus manos.
Job era un hombre recto y temeroso de Dios que se apartó del mal (Job 1:1). Sin embargo, sufrió varias tragedias y su vida fue probada por el fuego de la adversidad. ¿Y qué hizo Job para merecer toda aquella desgracia? Nada. ¡Sencillamente nada! Su vida era agradable a los ojos del Padre. Sin embargo, al final de toda aquella prueba, Job pudo decir: “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:5)
Con Dios aprendemos que es posible alegrarse en medio de las pruebas, porque cuando entregamos nuestra vida a Cristo y empezamos a vivir su vida en nosotros, cada prueba representa una posibilidad: una posibilidad de crecer, de madurar, de perseverar (St 1,3), de llegar a ser “más perseverantes”: 3), de llegar a ser “perfectos e íntegros, en nada deficientes” (St 1,4), de avanzar hacia la voluntad del Padre, de ver cómo se producen milagros, de adquirir experiencia, de dar testimonio del amor y del cuidado del Padre y de verle cara a cara.
Que Dios nos ayude a ver la vida desde su perspectiva. Que nos dé sabiduría, comprensión, discernimiento para darnos cuenta de que “cada vez que nuestra fe es puesta a prueba, Él nos da la oportunidad de crecer un poco más” y que, abriéndonos paso en la fe, conseguiremos nuestras victorias, gracias a Su poder que actúa en nosotros.
Asi Sea.
Dios Te Bendiga.