Te confirmará Jehová por pueblo santo suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieres en sus caminos. Deuteronomio 28:9
Cuando Dios sacó al pueblo de Israel de Egipto, vio necesario quitarles la venda cultural egipcia, para convertirlos verdaderamente en su nación escogida. Para ello, los condujo por el desierto, los despojó de su dependencia de medios terrenales de provisión y seguridad, los protegió de sus enemigos, les entregó Su Ley y los alimentó con maná. El Señor transformó cada aspecto de sus vidas para que confiaran exclusivamente en Él y vivieran de manera distinta a las naciones que los rodeaban.
¿Y por qué fue tan lejos en este proceso? Porque deseaba que todo el mundo supiera, sin lugar a dudas, que Israel era Su pueblo especial, una nación destinada a ser la plataforma para Sus obras más grandiosas. Y, por supuesto, fue a través de ese mismo pueblo que Dios envió a su Hijo, Jesucristo, como Salvador del mundo.
Hoy, del otro lado de la cruz, Dios continúa llamando a las personas hacia Cristo a través de Su pueblo. Por eso, Él también transforma a los creyentes actuales: los aparta, los purifica y los moldea para que sean reflejo de Su gloria. Puede que no siempre sea fácil ser distinto o seguir el camino de Dios, pero ese llamado a la santidad es, sin duda, el más alto privilegio: ser conformado a la imagen de Jesús y proclamar, con la propia vida, las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable (1 Pedro 2:9).
Señor, gracias por tu obra continua de transformación en la vida de tus hijos. Aunque el camino de la santidad no siempre sea sencillo, te pedimos que les des fortaleza y valor para seguir siendo moldeados conforme a la imagen de Cristo. Que cada día puedan reflejar tu amor y tu luz, y que sus vidas sean una proclamación viva de tu fidelidad, tu poder y tu gracia. Establécelos como un pueblo apartado para ti, y glorifícate a través de ellos. En el nombre de Jesús, Amén.