Con él está el brazo de carne, mas con nosotros está Jehová nuestro Dios, para ayudarnos y pelear nuestras batallas. 2 Crónicas 32:8
Cuando Judá fue sitiada por el brutal y aparentemente invencible ejército asirio, el rey Ezequías animó al pueblo con una verdad que sigue siendo fuente de fortaleza para nosotros hoy: los hombres poderosos no son rival para Dios. Les dijo:
Esforzaos y animaos; no temáis, ni tengáis miedo del rey de Asiria, ni de toda la multitud que con él viene; porque más hay con nosotros que con él. (2 Crónicas 32:7).
Y Dios, como es su costumbre, respondió de forma sobrenatural:
Y Jehová envió un ángel, el cual destruyó a todo valiente y esforzado, y a los jefes y capitanes en el campamento del rey de Asiria. Este se volvió por tanto con vergüenza a su tierra. (2 Crónicas 32:21).
Esta es la verdad maravillosa que cada creyente puede abrazar: Dios mismo pelea nuestras batallas, y Su poder supera con creces cualquier amenaza, circunstancia o enemigo. Lo que para nosotros parece insuperable, para Él es una oportunidad de manifestar Su gloria. Él es el Dios soberano, omnipotente y omnisciente, y Sus propósitos no pueden ser frustrados.
Así que, sea cual sea la batalla que enfrentes hoy—una situación familiar difícil, una enfermedad, una crisis financiera o emocional—recuerda: con ellos está el brazo de carne; contigo está Jehová de los ejércitos. No estás solo. Dios peleará por ti, y lo hará con poder, fidelidad y amor inagotable.
Señor, gracias por recordarme que no enfrento solo mis batallas. Cuando la amenaza parece grande, ayúdame a recordar que Tú eres mayor. Enséñame a confiar plenamente en Tu poder y a no temer, porque Tú estás conmigo. Pelea por mí, Señor, y glorifícate en medio de mis luchas. Aunque todo parezca perdido, yo confiaré en que Tú tienes la victoria. En el nombre de Jesús, Amén.