Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros. Isaías 64:8
El gran escultor Miguel Ángel dijo una vez: «La verdadera obra de arte no es más que una sombra de la perfección divina». Incluso un maestro como Miguel Ángel reconoció que, por mucho talento que tenga un artista, Dios es el único capaz de alcanzar la perfección. Todo lo demás en este mundo es imperfecto.
Cada persona es como la arcilla terrenal, ensamblada por el único Dios verdadero, el alfarero de la perfección. Dios ha creado a cada individuo por obra de Su mano, diseñado a Su propia imagen y semejanza, esperando de cada uno, el seguirle y glorificarle en cada paso y en cada momento. Aunque ha bendecido a cada persona con diferentes dones y atributos, cada ser humano tiene esto en común: Dios, nuestro creador, es el maestro artista por excelencia.
La próxima vez que te mires al espejo y no estés contento con lo que ves, recuerda que Dios crea solo lo alto y bueno. No hace nada de poco valor y despreciable. Nunca obra sin amor, ni con falta de empeño, todo lo contrario, crea de lo más simple y sencillo, lo más precioso y perfecto. Porque Dios, el maestro alfarero, creó a cada persona tal y cómo es, Tú eres entonces, una obra de arte. Estás aquí por una razón. Fuiste hecho para este tiempo. Y tienes un propósito.
Señor, gracias por crearme con propósito y con Tu cuidado delicado y amoroso. Ayúdame a verme como tu obra maestra, bellamente elaborada por tus manos. Recuérdame lo que valgo a tus ojos, y guíame para que acepte los dones únicos que me has dado. Confío en Tu plan perfecto para mi vida, en todo momento. En El Nombre de Jesús, Amén.
