“Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. – 1 Corintios 9:27
La Palabra de Dios nos recuerda una y otra vez que nuestro Creador espera que llevemos una vida disciplinada. Dios no recompensa la pereza, el mal comportamiento ni la apatía. Al contrario, espera que nos conduzcamos en todas las acciones que desempeñemos, con dignidad y disciplina. Por desgracia, en el mundo de hoy cada vez más se glorifica el ocio y a menudo se da realce a la indiferencia. Pero Dios nos ha otorgado, desde Su infinita gracia, dones y talentos, que espera que utiilcemos.
Proverbios 23:12 aconseja: “Aplica tu corazón a la enseñanza, Y tus oídos a las palabras de sabiduría”. Y 2 Pedro 1:5-6 enseña: “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad”. Así pues, la Palabra de Dios es clara: debemos ejercer la autodisciplina en todos aquello que emprendamos, pensando siempre, en que los frutos que demos, serán recompensas grandiosas, para gloria del Señor.
Si de verdad queremos ser fieles administradores de nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros recursos, debemos adoptar un enfoque disciplinado de la vida. De lo contrario, nuestros talentos se desperdiciarán y nuestros recursos se malgastarán. Las mayores recompensas de la vida rara vez caen en nuestras manos; al contrario, nuestros mayores logros suelen requerir trabajo, perseverancia y disciplina.
Pidamos entonces al Señor, la disciplina para avanzar sin retrasos, la paciencia para aguardar los frutos de nuestra obra y la confianza para luchar en la prueba hasta alcanzar la victoria, que Él mismo nos ha prometido.
Asi sea.
Señor, quiero ser un creyente disciplinado. Permíteme utilizar mi tiempo con sabiduría y que enseñe a los demás con la fidelidad de mi conducta, el ejemplo que deseas que demuestren, cada uno de Tus hijos, hoy y todos los días. En El Nombre de Jesús, Amén.