Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?. Salmos 8:3-4
Quienes cultivan un corazón piadoso suelen vivir con un profundo sentido de reverencia hacia Dios. Hablan y actúan como personas que realmente lo conocen, y su asombro por Él se refleja en cada área de sus vidas. Tal vez desees esa misma cercanía, pero te preguntas cómo empezar cuando el objeto de tu búsqueda es nada menos que el Creador del universo.
El camino comienza en oración y con la Palabra abierta, pero también con un corazón dispuesto a maravillarse. Piensa en la grandeza de acercarte al trono eterno de Aquel que formó galaxias con sus dedos, que puso cada estrella en su lugar y dio forma a cada detalle de la tierra. Él observa lo más diminuto y, al mismo tiempo, sostiene el universo entero con poder y sabiduría absolutos.
Si lo buscas con un espíritu humilde y expectante, Él se revelará a ti. Como promete la Escritura: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3). Dios anhela mostrarte su grandeza y llenar tu corazón de un asombro renovado.
Señor, al contemplar tu creación quedo maravillado ante tu grandeza. Enséñame a acercarme a ti con un corazón reverente y humilde. Abre mis ojos para reconocer tu gloria en lo pequeño y en lo inmenso, y despierta en mí un deseo más profundo de conocerte. Que mi vida refleje tu majestad y conduzca a otros a admirar tu poder y tu amor. En el nombre de Jesús, Amén.