Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. (Salmos 73:26)
En muchas ocasiones, los creyentes se enfrentan a desafíos que claramente superan sus capacidades. Algunos han sufrido el rechazo y la traición de personas en quienes confiaban profundamente. Hay momentos en los que el dolor es tan intenso y las lágrimas tan constantes, que llegan a decirle al Señor que ya no pueden más. Pero cuando en medio de esa debilidad claman a Dios, Él responde con ternura: «No me interesaban tus fuerzas ni tus habilidades cuando te llamé. Y tampoco me interesan ahora. Lo que quiero saber es si estás disponible para mí. Si lo estás, entonces vamos. Mi gracia te basta».
Las mayores debilidades y tribulaciones no son obstáculos para Dios, sino oportunidades para que Su gloria brille con más intensidad a través de la vida de sus hijos. Él permite que ciertas adversidades lleguen no para destruir, sino para romper la autosuficiencia y enseñarles a depender completamente de Su poder. Por eso, en lugar de rogar por un cambio inmediato en las circunstancias, el creyente sabio ora para ser fortalecido con la gracia divina.
Vivir en dependencia del Señor transforma no solo la perspectiva de quien confía, sino también la vida de quienes observan esa fe en acción. Porque cuando otros ven la fortaleza sobrenatural en medio del quebranto, son testigos del poder de Dios manifestado, y también ellos se sienten llamados a confiar en Él.
Señor, te damos gracias porque en los momentos más oscuros tu poder se perfecciona en la debilidad de tus hijos. Llénalos de tu gracia y fortaleza cuando se sientan incapaces, y enséñales a vivir dependiendo de ti en todo. Que su vida sea testimonio de tu fidelidad y consuelo, y que otros puedan verte reflejado en ellos. En el nombre de Jesús, Amén.