Manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras. 1 Pedro 2:12
El apóstol Pedro nos exhorta a vivir de forma tal que nuestras acciones hablen más fuerte que cualquier palabra. Una vida íntegra y honorable, guiada por el Espíritu de Dios, se convierte en un testimonio poderoso que puede impactar incluso a aquellos que no conocen a Cristo o que dudan de nuestra fe. La manera en que tratamos a quienes nos rodean —ya sean familiares, colegas, vecinos o desconocidos— puede abrir puertas para que otros se acerquen al Salvador.
Cada elección que hacemos refleja algo: o acerca a las personas al corazón de Dios, o las aleja de Él. Por eso, se nos llama a rendir cada aspecto de nuestra vida a la guía del Espíritu Santo, para que sea Cristo quien brille a través de nosotros. No buscamos ser el centro, sino reflejar a Aquel que nos transformó. Vivir con rectitud, amabilidad, paciencia y humildad es un acto continuo de adoración que dirige las miradas hacia el cielo.
No se trata de perfección, sino de coherencia. Que nuestras buenas obras hablen de un Dios real, amoroso y presente. Y que, al vernos, otros puedan decir: “Hay algo diferente en esa persona”, y glorifiquen al Padre por ello.
Señor Jesús, te pido que me llenes de Tu Espíritu y moldees mi carácter a Tu imagen. Que cada palabra que pronuncie y cada acción que realice refleje Tu amor, Tu gracia y Tu verdad. Ayúdame a vivir con integridad, de tal manera que otros puedan verte a través de mí. Que mi vida sea un reflejo claro de Tu luz y una invitación para que otros Te conozcan y Te honren. En Tu nombre oro, amén.