Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió[a] Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra. Génesis 11:9
El pueblo que se asentó en la antigua llanura de Sinar (en lo que hoy es el país de Irak) había crecido bastante seguro de sí mismo. Para resaltar su propio sentido de grandeza, conspiraron para construir una ciudad y una torre que llegara tan alto como los cielos. Con ello pretendían extender su reputación por toda la Tierra como punto de encuentro de todos los pueblos. Su visión egoísta era arrogante contra la autoridad de Dios e ignorante de la gloria del Señor.
De allí que el Señor los desafió. Es como si les dijera: «Piensan que son grandes, ¿verdad? Bueno, veamos qué pasa si interrumpo vuestra comunicación». Confundió su lenguaje, lo que significó que la gente ya no podía entenderse entre sí. Este pueblo arrogante e ignorante se sumió rápidamente en tal desorden que se dispersó y siguió su propio camino. Sus proyectos de construcción se detuvieron. Su arrogancia fue humillada. Su ignorancia quedó al descubierto.
Al reflexionar sobre el pueblo de Babel, debemos preguntarnos, ¿qué áreas de orgullo en nuestras vidas necesitamos someter a Dios? Así como el pueblo de Babel trató de construir su propia grandeza, nosotros también podemos encontrarnos esforzándonos por elevar nuestra propia imagen, descuidando la soberanía de Dios. Este pasaje nos recuerda que, por muy grandes que nos creamos, es Dios quien tiene la máxima autoridad.
Padre, vengo ante Ti y reconozco las áreas de orgullo en mi vida. Reconozco que a menudo he tratado de construir mi propia reputación, confiando en mis propias fuerzas y habilidades. Te pido humildemente perdón por las veces que he ignorado Tu voluntad y he buscado mi propio camino. Ayúdame a renunciar a mi orgullo y a someter todos mis planes a Ti. Te ruego que me guíes en humildad y sabiduría, para que pueda buscar Tu gloria y no la mía. En El Nombre de Jesús. Amén.