El que comienza la discordia es como quien suelta las aguas; Deja, pues, la contienda, antes que se enrede. Proverbios 17:14
Es a la vez asombroso y terriblemente triste lo que puede despertar el odio en el corazón de alguien hacia ti. Los celos del rey Saúl no se basaban en nada malo que hubiera hecho David, sino en lo que había hecho bien. Se debía a que David contaba con el favor de Dios. Se nos dice: «Pero Saúl, viendo y considerando que Jehová estaba con David…fue enemigo de David todos los días. . . . Habló Saúl a Jonatán su hijo, y a todos sus siervos, para que matasen a David» (1 Samuel 18:28-29, 19:1).
Con su increíble popularidad, David podría haber levantado un ejército para desafiar a Saúl, pero no lo hizo. Eso habría significado una guerra civil total en la nación que representaba el Señor, y habría sido increíblemente destructiva. En lugar de eso, David huyó de Saúl y esperó a que Dios se ocupara de la situación. De hecho, David tuvo dos oportunidades de matar a Saúl y se negó a aprovecharlas, diciendo: “Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová.” (1 Samuel 24:6). David evitó cualquier acto que pudiera agravar la situación y demostró que honraba la voluntad de Dios por encima de todo.
Amigo, siempre que una persona te ataque, tendrás la tentación de devolverle el golpe. Pero no lo hagas. La gente sabe en qué crees y en Quién confías para que te defienda. ¿Hay alguien que te está atacando injustamente? Toma en serio el ejemplo de David y compórtate con prudencia. No permitas que la disputa se agrave, sino que elimina cualquier elemento que eche mas leña al fuego en esa circunstancia y calma la situación. Sé el pacificador que Cristo te llamó a ser. Porque entonces serás conocido como hijo de Dios por quienes observan cómo respondes (Mateo 5:9, 16).
Padre, Tú conoces los ataques injustos que he sufrido. Pero confiaré en Ti para que me defiendas, Señor. Haz de mí un pacificador que Te glorifique. En El Nombre de Jesús, Amén.
