Huye el impío sin que nadie lo persiga; Mas el justo está confiado como un león. Proverbios 28:1
Teniendo en cuenta la persecución y las pruebas que soportó para proclamar el Evangelio, probablemente todos estemos de acuerdo en que el apóstol Pablo fue valiente. Se le opusieron los líderes religiosos, fue golpeado por los magistrados y expulsado repetidamente de las ciudades por grandes multitudes alborotadas. Sin embargo, a pesar de todo, se mantuvo firme en su lealtad a Cristo.
Puede que semejante valor parezca que escapa de tus manos la mayoría de los días, sobre todo cuando incluso cuestiones intrascendentes te desconciertan. Pero recuerda que Pablo era tan humano como tú. Tenía miedos que a veces le paralizaban. Entonces, ¿qué sabía Pablo que pueda ayudarte hoy? ¿Cómo se mantuvo tan valiente en medio de una dificultad tan abrumadora?
El valor de Pablo no procedía de su firmeza, su fuerza de voluntad o sus conexiones políticas. Pablo confiaba en la presencia del Padre con él. Dijo: “El Señor estuvo conmigo y me dio fuerzas para que predicara la Buena Nueva… y el Señor me librará de todo ataque maligno y me llevará sano y salvo a su Reino celestial. Toda la gloria a Dios por siempre!” (2 Timoteo 4:17-18). Con Dios Todopoderoso a su lado, Pablo no tenía miedo.
Amigo, la valentía no es la falta de miedo; es la determinación, de que hay alguien que es más grande que cualquier cosa, que pueda venir en Tu ayuda, y para nosotros ese es Dios. Puedes ser valiente y valeroso como Pablo. Dios puede utilizarte de formas poderosas, llenándote de un amor, una alegría y una paz que nunca habrías soñado. Pero debes aceptar que lo que Él dice es absolutamente cierto: “El Señor es el que va delante de ti; Él estará contigo. No te fallará ni te abandonará. No temas ni desmayes” (Deuteronomio 31:8). Por eso, hoy y cada día, sé valiente en Él.
Padre, hazme fuerte, dame la determinación y el valor para ser un testigo valiente de Ti en toda circunstancia. ¡Toda la gloria a Ti por siempre Señor! En El Nombre de Jesús, Amén.