En todo tiempo ama el amigo, Y es como un hermano en tiempo de angustia. (Proverbios 17:17)
Es normal desear una amistad profunda, del tipo en el que somos amados incondicionalmente, apoyados, aceptados y respetados por otra persona. Donde podamos ser nosotros mismos y ser comprendidos sin temer nunca la traición o la deslealtad.
La Biblia nos ofrece muchos ejemplos de grandes amistades, y quizá el más famoso sea el de Jonatán y David. Primera de Samuel 18:1 nos dice: “Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo”. En otras palabras, Jonatán tomó la iniciativa y se preocupó profundamente por David. Como hijo del rey Saúl y heredero natural del trono de Israel, Jonatán podría haber sentido celos de la llamada que Dios había hecho a la vida de David para gobernar (1 Samuel 16:1-13). En cambio, Jonatán honró al Señor y a David por encima de sí mismo y demostró verdadera amistad: ayudó a David a convertirse en el hombre y gobernante que Dios había creado para él (1 Samuel 23:16-18).
Solemos experimentar la amistad en proporción a nuestra disposición a darla. Puede que, mientras lees esto hoy, te sientas solo y no tengas relaciones estrechas porque no estás dispuesto a arriesgarte a que te rechacen. Pero una de las claves para abrir la puerta a una profunda camaradería con otra persona es hacerte vulnerable: dar de ti mismo incluso cuando temes que te hieran.
Tal vez, al leer este devocional de hoy, el Señor te haya hecho pensar en alguien a quien le vendría bien un amigo bueno y comprensivo. Da hoy un paso valiente y ofrécete como amigo. Da libremente de ti mismo, y puede que recibas una maravillosa bendición a cambio.
Padre, gracias por traerme a alguien a la mente. Ayúdame a tenderle la mano con sabiduría y amor. Ayúdame a ser comprensivo cuando deba serlo y a amar como Tú lo harías. En El Nombre de Jesús, Amén.