Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. (Romanos 9:15)
Y Dios es un Padre tan bueno y amoroso, hasta el punto de ofrecer la gracia a los pecadores que sólo merecen su justicia y su justa condena por la rebelión de sus corazones, y por haberse tercamente apartado de Sus buenos caminos. Dios no es injusto. Da al hombre justicia o misericordia. Para los que continúan en la obstinación de su corazón, su justicia se impartirá a su debido tiempo, pero para los que reconocen sus pecados y buscan el perdón, su misericordia surgirá como la aurora, llevando la luz a sus tinieblas, revelando la gloria del Sol de Justicia, ¡nuestro Bendito Salvador Jesús!
Porque dice a Moisés: “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca”. Romanos 9:15
Hermanos y amigos que leen este mensaje, no hay forma de que podamos responder a la pregunta del salmista sin temor en nuestros corazones: “Señor, ¿quién habitará en tu santuario? ¿Quién podrá habitar en tu monte santo?”. A causa de mis pecados, no soy digno de habitar en el monte de Dios. ¿Cómo podemos librarnos de esta horrible y aterradora condición? El Señor del tabernáculo y el dueño de la montaña nos ha revelado lo que debemos hacer.
Oración:
Señor, con humildad, reconozco mi indignidad y pecados, pero en la grandeza de Tu misericordia, encuentro esperanza y perdón. Gracias por Tu cuidado y porque, en Tu presencia me permites caminar confiado de que siempre estaré protegido y librado de cualquier mal. ¡Bendito sea Tu nombre por siempre, Padre! Amén.