Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortaleza. 2 Corintios 10:4
Cada día, al despertar, entras en un campo de batalla espiritual, aunque a veces no lo percibas. Como creyentes, nos enfrentamos a fuerzas que buscan debilitar nuestra fe, distraernos y hacernos retroceder. Muchos subestiman esta realidad y, por ello, caen nuevamente en patrones de pecado que pensaban haber superado.
Tal vez te preguntes: Si la Palabra de Dios es tan poderosa, ¿por qué sigo siendo vencido? El problema no está en la Escritura, sino en cómo la usamos. La Palabra de Dios no es solo para momentos de vulnerabilidad; debe saturar nuestras mentes y guiar nuestras decisiones cada día. Es un escudo que nos protege y una espada que rompe las mentiras y tentaciones.
Cuanto más permitimos que Su verdad habite profundamente en nuestra vida, más capaces somos de resistir al enemigo. Al usar las Escrituras como nuestra arma diaria, no solo permanecemos firmes, sino que hacemos retroceder las fuerzas que se levantan contra nosotros.
Señor, gracias por equiparme con armas poderosas a través de Tu Palabra y Tu Espíritu. Ayúdame a tomar en serio la batalla espiritual que enfrento cada día y a permanecer firme en Tu verdad. Enséñame a usar las Escrituras no solo en momentos de debilidad, sino como defensa y ataque diario contra el enemigo. Fortalece mi corazón, agudiza mi mente y permíteme caminar en victoria por medio de Cristo, quien ya ha vencido. En El Nombre de Jesús, Amén.