Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros. 1 Pedro 3:15
Una de las mayores dificultades de nuestra época es que muchos hijos de Dios viven de manera diferente dentro de la iglesia y fuera de ella. Esto debilita el impacto de su testimonio justo donde más se necesita: en el mundo. La pregunta clave es: ¿las personas que te rodean saben que perteneces a Cristo sin que tengas que decirlo?
No se trata de anunciar con palabras: «Soy cristiano, así que no cuenten esos chistes frente a mí». Se trata de vivir una vida tan llena de Jesús que Su Espíritu brille a través de tus palabras, acciones y actitudes. Una vida entregada a Cristo es persuasiva por sí misma; los demás la perciben y sienten. Y cuando te pregunten sobre la esperanza que te sostiene, tendrás la oportunidad de compartir la historia de lo que Él ha hecho en tu vida.
Seguir a Cristo no es una actuación ni una máscara que usamos según la ocasión. Es una unión profunda con el Dios vivo, una relación íntima que hace que Él viva a través de nosotros cada día. Camina junto a Él con sinceridad y cercanía, para que nadie tenga dudas sobre a quién perteneces.
Señor Jesús, haz que mi vida sea un testimonio vivo de tu presencia. Lléname de tu Espíritu para que mis palabras, acciones y actitudes reflejen tu amor. Dame valor y claridad para compartir la esperanza que tengo en ti. En El Nombre de Jesús, Amén.