Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Juan 17:23
Uno de los testimonios más poderosos que los creyentes pueden ofrecer al mundo es la unidad en nuestra fe. Como cristianos, formamos una Iglesia bajo un solo Señor y Salvador. Sin embargo, uno de los mayores obstáculos para este testimonio es la división dentro del cuerpo de Cristo.
En Corinto, los creyentes se habían fragmentado en facciones: algunos seguían a Pablo, otros a Pedro o Apolo. Hoy podemos caer en la misma trampa, aferrándonos demasiado a un pastor o líder específico. Lo especialmente dañino ocurre cuando los líderes se atacan públicamente por asuntos menores, y sus seguidores replican esa hostilidad. El Enemigo aprovecha esta división para mostrar que la paz que Cristo ofrece es impotente.
Nuestra protección contra esto es recordar quién fue crucificado por nosotros. Debemos respetar y honrar a los líderes piadosos, pero nuestra máxima devoción, adoración y obediencia pertenecen solo a Jesucristo, quien compró nuestra salvación con Su sangre. No estamos llamados a defenderlo; Él puede hacerlo por sí mismo. Nuestra misión es reflejar Su amor y unidad. El mundo reconocerá a Cristo en nosotros no por nuestros argumentos, sino por nuestro amor y armonía.
Señor, perdónanos por permitir que la división dañe nuestro testimonio. Enséñanos a vivir en unidad, valorando el amor por encima del orgullo y la paz sobre la contienda. Mantén nuestra devoción centrada solo en Ti y ayúdanos a representar Tu verdad y gracia fielmente. Haznos instrumentos de reconciliación en Tu Iglesia, mostrando al mundo que Tú eres el único fundamento de nuestra fe. En el nombre de Jesús, Amén.
