Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de este? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú. Juan 21:20-22
La primera acción que tomamos en el momento en que el Señor nos habla, es fundamental. Nuestro Padre de los cielos pone en nuestro corazón inspiraciones, pensamientos de bien, intuiciones y a su vez, se nos manifiesta a través de hechos, personas, eventos a los que debemos estar atentos, para oír su voz y seguir de esa forma, la voluntad que nos ha guardado.
En el versículo de hoy Jesús puso a prueba, esa capacidad de escucha, esta vez en Pedro. El Señor le estaba diciendo a Pedro, qué tipo de ministerio tendría y qué tipo de muerte sufriría (Juan 21:18-19). Fue un momento sagrado en la vida del apóstol, cuando Cristo desvendó la cortina de su futuro. Su ministerio no iba a ser fácil, sino una vida ordenada y bendecida por su Señor y Maestro.
Sin embargo, en lugar de responder a lo que Jesús le decía, Pedro miró a sus condiscípulos. y posó su atención en Juan, el discípulo a quien Jesús tanto amaba. Acto seguido Pedro inquirió: “Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?”. Pedro acababa de recibir la sombría noticia de la futura muerte de Su redentor, pero en vez de eso, optó por centrarse en el carácter de otro que estaba a su alrededor, dejando con ello, aunque fuera por un pequeño instante, su atención distanciada de la realidad apremiante que Jesús quería hacerle ver.
¡Qué natural es comparar nuestro destino con el de los demás! Esta es la gran tentación de los siervos de Dios: comparar nuestra situación con la de aquellos que nos rodean. ¿Le dio Dios a mi vecino una casa más grande? ¿Sanó Dios al ser querido de mi amigo y no al mío? ¿Permitió Dios que aquel recibiera aprecio y alabanza por su trabajo mientras yo permanezco en el anonimato? ¿Permitió Dios que otro cristiano permanezca cerca de su familia mientras yo estoy lejos de la mía?
Jesús asignó a Pedro y a Juan dos caminos diferentes, pero tanto Pedro como Juan proclamaron grandiosamente el evangelio y edificaron el Reino. Jesús sabía lo peligroso que es cuando un siervo aparta sus ojos del Maestro para centrarse en lo que no fructifica, y de allí su respuesta tajante y definitiva en el versículo de hoy: “¿qué a ti? Sígueme tú”.
¿Cuál es tu enfoque? ¿Te has preocupado más por cómo Dios trata a otra persona que por cómo Él se relaciona contigo? Responder a estas preguntas de reflexión, abrirán tu corazón, a experimentar de forma más abundante la gracia de Dios en tu vida.
El Señor Te Bendiga.
Señor, que mi mirada sólo se centre en Ti y en la voluntad que desees que cumple y no, en nada, que no te agrade ni glorifique, o desvíe mi atención de Ti. Ayúdame a lograrlo Padre, Te lo pido, En El Nombre de Jesús, Amén.