Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó. Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Jonás 4:1-2
Lo que la mayoría de la gente sabe de Jonás es que se lo tragó un gran pez mientras intentaba huir de Dios. Pero la parte de la historia que a menudo se pasa por alto es lo que ocurrió después de que el profeta obedeciera. Finalmente fue a Nínive para advertir al pueblo de la ira divina, y éste respondió apartándose de la maldad. Su respuesta debería haber extasiado a Jonás, pero como Nínive e Israel eran enemigos, se enfadó por su arrepentimiento y por la misericordia de Dios hacia ellos.
Puede que quedar atrapado dentro de un pez convenciera a Jonás de obedecer la orden de Dios, pero su corazón no había cambiado. Seguía deseando la destrucción de los ninivitas, y su amargura y renuencia se manifestaban a pesar de sus acciones justas.
A Dios no le engaña la buena conducta que brota de un corazón duro. Obedecerle con un espíritu renuente puede lograr Su propósito, pero perdemos la alegría de nuestra recompensa. Tal vez el Señor te haya llamado a servirle de un modo que supone un reto personal. Cuando te comprometas a seguir Su voluntad, ora también por un corazón blando. Encontrarás paz y bendición al hacer el trabajo cuando Le sigas con un espíritu humilde.
Señor, aunque no comprenda tus caminos, te sirvo con alegría y humildad. Reconozco que tu sabiduría es perfecta y que tus planes son más altos que los míos. Ayúdame a confiar en ti y a obedecerte con gozo, sabiendo que tu voluntad siempre es buena. Que mi servicio sea un acto de amor y adoración hacia ti. En El Nombre de Jesús, Amén.