Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Marcos 11:23
Existe un principio espiritual capaz de transformar tu vida: creer en Dios sin dudar de Su palabra. Cuando lo aplicas con fe, tu manera de orar cambia, tus conversaciones se llenan de esperanza y tu confianza en el obrar de Dios se fortalece.
Jesús habló de montañas: esos obstáculos que parecen inamovibles, imposibles de vencer por esfuerzo humano. Lo que para nosotros es un muro infranqueable, para Él es una oportunidad de mostrar Su poder. Sin embargo, muchas veces enfrentamos nuestras montañas con autosuficiencia, confiando en nuestras ideas y recursos, y terminamos agotados, con el problema intacto o incluso mayor.
El verdadero problema no está en la capacidad de Dios, sino en nuestra falta de confianza. El Salmo 46:10 nos invita: «Estad quietos, y conoced que yo soy Dios». Él sigue siendo el mismo Dios que abre mares, derriba muros y resucita muertos. Su poder no cambia. Lo único que pide de ti es fe: creer que lo que Él ha prometido, Él lo cumplirá.
Suelta tus fuerzas, deja de apoyarte en tu propio entendimiento, y entrégale tus montañas. Verás que en Sus manos, lo imposible se convierte en testimonio de Su fidelidad.
Señor, perdóname por las veces que me he apoyado en mis fuerzas y he dudado de Ti. Enséñame a vivir en quietud, confiando en que sigues siendo el Dios que mueve montañas. Aumenta mi fe para creer en Tus promesas y descansar en Tu poder. Hazme caminar por fe y no por vista, confiado en que nada es imposible para Ti. Que mi vida refleje Tu gloria en cada paso. En el nombre de Jesús, Amén.