Y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Santiago 1:15
¿Alguna vez te has preguntado por qué es tan importante resistir la tentación? Es verdad que en Cristo somos perdonados y limpiados de nuestros pecados. La Biblia nos asegura que «si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9). Sin embargo, aunque Dios siempre está dispuesto a perdonarnos, el pecado sigue dejando consecuencias. Algunas de ellas pueden ser profundas y dolorosas, tanto para ti como para las personas que te rodean.
Por ejemplo, puedes recibir el perdón de Dios por un acto como el adulterio, pero el daño en tu matrimonio y en tu familia no desaparece automáticamente. Ceder a la tentación puede marcar tu futuro con heridas difíciles de sanar.
Por eso, cuando estés frente a la tentación, no la minimices ni la justifiques con pensamientos engañosos como: «No es para tanto», «Esto no le hace daño a nadie» o «Yo puedo dejar esto cuando quiera». Al contrario, resiste. Corre a la presencia de Dios y pídele ayuda de inmediato.
Cada vez que eliges obedecer y dices no a la tentación, Dios obra en ti: te fortalece, moldea tu carácter y te prepara para vencer en futuras batallas. Así como los músculos físicos se fortalecen con el ejercicio, tus músculos espirituales crecen cada vez que eliges honrar a Dios en medio de la prueba.
Señor, ayúdame a reconocer la tentación como lo que realmente es: un camino que me aleja de Ti y me conduce a la destrucción. Dame la fuerza para decir no, y la sabiduría para ver las consecuencias antes de caer. Gracias porque me perdonas cuando fallo, pero enséñame a evitar las trampas que pueden dañarme a mí y a los que amo. Fortaléceme con tu Espíritu Santo para que pueda vivir con integridad y fidelidad, y que en todo lo que haga pueda honrarte. En el nombre de Jesús, Amén.