Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. (Juan 13:8)
Pedro era un líder natural, y tenía una visión establecida de lo que Su papel requería. Sin embargo, los acontecimientos de la última semana de Cristo en la tierra cambiaron la perspectiva de Pedro con respecto a la autoridad terrenal. Ciertamente, ver al Salvador rodearse la cintura con una toalla y lavar los pies de los discípulos tuvo que ser una experiencia impactante. De hecho, cuando Cristo se acercó a Pedro con la jofaina de agua, el discípulo retrocedió. Pero Jesús se mantuvo firme, diciendo: «Si no te lavare, no tendrás parte conmigo» (Juan 13:8).
Jesús estaba enseñando cómo sería aceptada la humanidad por Dios, y qué significaría servir al Señor. Ahora sabemos que, en primer lugar, Él nos limpia-salva para que podamos conocerle. Pero segundo, Él demostró cómo representarlo a Él ante otros, a través del ministerio. Se necesita humildad para permitir que Dios trabaje a través de ti, a Su manera y poder, para servir a otros. Pero como Jesús dijo a los discípulos: “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.” (Marcos 9:35). La única manera de desarrollar un espíritu de siervo es poner a Dios en primer lugar, a los demás en segundo lugar y a ti mismo en último lugar. Haz como Él ha revelado que debemos honrarle, y sirve de la manera en que Él lo ha ordenado, y verás la gracia de Su amor y la paz de Su presencia, bendecir de formas asombrosas, cada área de Tu vida.
Señor, ayúdame a seguir Tu ejemplo de humildad y servicio. Enséñame a ponerte a Ti primero, a los demás en segundo lugar y a mí en último lugar, para que pueda servir de una manera que te honre. Fortaléceme para desarrollar un corazón de siervo, dispuesto a amar y servir a los demás como Tú lo deseas para cada uno de nosotros. En El Nombre de Jesús, Amén.