Devocional:
Y se cerraron las fuentes del abismo y las cataratas de los cielos; y la lluvia de los cielos fue detenida. (Génesis 8:2)
Piensa en lo que debió ser estar en el arca durante los tormentosos cuarenta días y cuarenta noches. Mientras la tormenta arreciaba, los relámpagos brillaban y enormes olas golpeaban el arca. Noé y su familia debieron sentir que sus corazones latían con fuerza y sus estómagos dolían de miedo. Sin embargo, a pesar de su ansiedad, descansaron por fe en la mano protectora de Dios. Con tranquila seguridad, confiaron en medio de la tormenta. Sabían que Dios no se había olvidado de ellos. Confiaban en que su ojo vigilante estaba sobre ellos mientras el arca se lanzaba sobre las olas de la tormenta.
Las cuatro primeras palabras de Génesis 8 suenan con seguridad: “Entonces Dios se acordó de Noé…” (v. 1 NVI). En las tormentas de la vida, Dios no se olvida de nosotros. En las pruebas de la vida no estamos solos. En los mayores desafíos de la vida, no somos huérfanos cósmicos. En las dificultades de la vida, Él está ahí.
El mismo Dios que acogió a Noé y a su familia en el arca, los protegió mientras permanecieron allí y los condujo hacia un nuevo y brillante futuro. Cuando aceptamos la Palabra de Dios por fe, obedecemos sus mandamientos y hacemos su voluntad, Él también nos conduce a un futuro lleno de esperanza.
Oración:
Padre Celestial, Tú eres un Dios bueno y misericordioso Cuya misericordia es eterna, Cuya palabra no puede fallar y Cuya fidelidad perdura de generación en generación. Gracias por tu provisión de gracia a los hijos de los hombres. Te alabamos por la creación, la preservación, el perdón y el amor, y te agradecemos también por las numerosas y preciosas promesas que se nos guardan en el cielo. Pero sobre todo te agradecemos por haber enviado a Jesús a morir en la cruz y a resucitar para que pudiera convertirse en nuestro Salvador, por la gracia de la fe, a quien conocer es la vida eterna, y en cuyo nombre oramos, Amén.