Escucha:
“Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará” (Juan 12:26)
Piensa:
Si hoy deseo progresar en la virtud, necesito vivir en el temor del Señor y no buscar mi propia libertad, pero sí disciplinar mis sentidos y evitar la necedad vacía. Es un gran avance cuando el hombre considera y medita en su estado real de la vida y sobre los múltiples peligros de su alma, pues de esa manera se acerca perfectamente a la felicidad de la vida.
Cuando no atiendo a mis propias fallas, frecuentemente doy espacio a la risa vacía y preparo el camino a mi propia destrucción. Ninguna libertad es genuina y ningún regocijo es optimo a menos que esté fundamentado en el temor al Señor y en una buena conciencia y hoy quiero temer a Dios.
Feliz es el hombre que puede echar el peso de cada cuidado y recordar que sólo Dios le puede ayudar en largo camino de su diario vivir. Feliz es el hombre que lanza de su propia alma toda mancilla o pecado que carga su conciencia.
Hoy oro humildemente al Señor que pueda darme espíritu de contrición. Hoy es día de oportunidad para adorarle mientras vivo en absoluta y completa reverencia a él. Me doblego ante su presencia y me humillo con gozo sabiendo que en ese espíritu podré contemplar cada falla de mi vida a la luz de la santidad de Dios.
Ora:
Señor, Sé que este día es una oportunidad más recibida de tu mano para vivir en la pureza que tu presencia requiere. Señor, trata con las partes profundas de mi vida y mientras tanto yo te adorare con alegría. Amén.