Por la opresión de los pobres, por el gemido de los menesterosos, ahora me levantaré, dice Jehová; pondré en salvo al que por ello suspira. Salmos 12:5
El cuerpo humano nos enseña una verdad profunda: el suministro siempre se dirige al lugar de la necesidad. Cuando una parte del cuerpo requiere ayuda, todo el sistema responde para suplirla. De la misma manera, Dios nos muestra que Su provisión fluye hacia aquellos que reconocen su necesidad delante de Él.
En el ámbito espiritual sucede algo similar. El Señor responde al clamor del corazón humilde. Quienes confían solo en su autosuficiencia suelen negar su necesidad de la intervención divina y, sin darse cuenta, se cierran a la provisión de Dios. Pero cuando abrimos nuestro corazón y admitimos nuestra dependencia, el Señor se acerca con cuidado, poder y gracia.
Cualquiera que sea tu necesidad hoy —emocional, espiritual, física o interior— es una señal que Dios usa para manifestar Su provisión perfecta. No necesitas aparentar fortaleza ni invulnerabilidad. Reconocer tu necesidad no es debilidad; es el primer paso para experimentar la fidelidad del Señor. Ábrele tu corazón, confía en Él y observa cómo Su cuidado confirma que verdaderamente Él es Dios.
Señor, reconozco que te necesito en cada área de mi vida. Perdóname por las veces que he confiado en mis propias fuerzas. Hoy abro mi corazón delante de ti y descanso en tu provisión perfecta. Suple todo lo que me falta conforme a tu voluntad y tu amor fiel. En El Nombre de Jesús, Amén.