Bendito sea Dios, Que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia. Salmos 66:20
Dios te quiere a ti—eso es lo que más le importa cuando oras. No le interesa que tengas palabras elegantes o una presentación elocuente de tus necesidades. Asimismo, el Padre ya conoce todas las veces que has buscado ayuda en otros y los has encontrado deficientes, o has intentado resolver todo con tus propias fuerzas y no has podido. Él ve las heridas que te has causado por no acudir a Él primero. No tienes que esconderle nada—Él está consciente de todo y aun así te ama sin condiciones. Así que confiésalo todo y descarga tu alma en Él.
Por supuesto, debido a esos fracasos, quizá no sientas Su presencia. Pero lo que más le importa es que vuelvas a Sus brazos. Ve a Él con libertad. Reconoce quién es Él—piensa realmente en Él y adóralo. Reconoce que solo Él tiene la respuesta correcta para ti y que es la mejor respuesta para cualquier pregunta que tengas. No lo limites ni impidas que dirija alguna área de tu vida por temor, vergüenza o orgullo. Ve a Él con respeto sincero y devoción genuina. Él jamás te rechazará.
Padre amado, gracias porque siempre me recibes con amor, aun cuando he buscado ayuda en lugares equivocados. Hoy regreso a Ti con humildad y un corazón abierto. Muéstrame Tu camino, guía mis decisiones y forma mi carácter. Quiero depender más de Ti y menos de mis fuerzas. Sana mis heridas, renueva mi espíritu y ayúdame a caminar contigo cada día con confianza plena. En El Nombre de Jesús, Amén.