En tus mandamientos meditaré; Consideraré tus caminos. Salmos 119:115
Muchos creyentes piensan que la meditación es solo para pastores u otros líderes espirituales. No ven cómo puede beneficiar su vida en un mundo secular donde reinan la lucha y la competencia. Después de todo, la vida puede ser complicada, ruidosa, llena de actividad sin descanso y abrumadora. Sin embargo, es en medio de ese constante torbellino que, como cristianos, debemos enfocarnos en la Escritura para distinguir la voz de Dios del clamor que nos rodea.
La meditación es diferente de una lectura superficial de la Biblia. Absorbemos la verdad en lo más profundo de nuestro ser haciendo preguntas como: ¿Qué me enseña esto acerca del carácter y los propósitos de Dios? ¿Qué significó para las personas a quienes fue escrito originalmente? ¿Cómo lo aplico a mi vida? ¿Hay algo que deba cambiar?
El Padre nos dio la práctica de la meditación para que podamos relacionarnos mejor con Él. Cuando estamos a solas con el Señor y en quietud delante de Su presencia, somos más capaces de escuchar. Puede que sea por cinco minutos, por treinta o por una hora. Lo importante es que experimentemos la presencia de Dios y busquemos deliberadamente Su dirección y propósito para nuestra vida.
Señor amado, enséñame a detenerme en medio del ruido y a encontrar en Tu Palabra la guía que mi alma necesita. Que la meditación sea un verdadero encuentro Contigo, donde escuche Tu voz, comprenda Tu voluntad y reciba nueva fortaleza. Purifica mis pensamientos, ordena mis pasos y moldéame cada día para caminar en obediencia, paz y discernimiento. En el nombre de Jesús, amén.