Pues aún no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, Y sobre mí pusiste tu mano. Salmos 139:4-5
A veces, las lecciones de vida pueden resultar abrumadoras. El Señor puede llamarnos a lo que parece imposible, permitir que los sueños preciados se hagan añicos, pedirnos que liberemos algo precioso o permitir pérdidas tan profundas que nos dejen tambaleándonos.
En esos momentos, nuestro instinto puede ser correr, resistir el reclamo de Dios sobre nuestras vidas y evitar lo que Él requiere de nosotros. Podemos gritar: “Señor, sé lo que quieres, pero no puedo; debe haber otra manera.” Nuestros corazones se sienten demasiado débiles, nuestros miedos demasiado reales, nuestro dolor demasiado profundo.
Pero, ¿cómo podemos huir del Dios infinito, que está en todas partes y siempre cerca? No podemos—y eso es por Su diseño. Su presencia constante no es para acorralarnos, sino para evitar la desesperación. Él nos rodea con amor, cuidando cada detalle de nuestras vidas, poniendo Su mano sobre nosotros.
Recuerda, Jesús no te deja solo. Él sabe lo difícil que es esta temporada para ti y anhela ayudarte. No temas enfrentarlo: hay fortaleza, curación y esperanza en Su presencia. Deja de correr. Ve con Él. En Él vivirás.
Señor, confieso que a veces quiero huir de lo que me pides. Mi corazón se siente débil y mis miedos demasiado pesados. Pero gracias por rodearme con Tu presencia y nunca dejarme ir. Dame coraje para dejar de resistirme y rendirme completamente a Ti. Lléname con Tu fuerza, curación y esperanza. Ayúdame a confiar en que Tu voluntad siempre es buena. En el nombre de Jesús, Amén.