Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Salmo 62:8
Algunas pruebas son tan devastadoras que nos dejan sin aliento, sin importar lo preparados que pensemos estar espiritualmente. Nos sacuden hasta el alma y nos hacen sentir que el suelo bajo nuestros pies se desmorona. En esos momentos, solo hay una respuesta verdadera: refugiarnos en Jesús.
A lo largo de los Salmos, se nos recuerda que Dios anhela ser nuestro escondite, nuestra fortaleza, nuestro escudo, nuestra roca y nuestro libertador. Él es a quien podemos acudir cuando la adversidad amenaza con desbordarnos. En tiempos de crisis, cuando nos sentimos completamente vulnerables, Él se convierte en nuestro refugio firme e inquebrantable hasta que pase la tormenta.
Sin embargo, es siempre mejor acudir a Él desde el principio, cuando la vida sacude nuestro mundo. El miedo y la desesperación pueden crecer rápidamente si no los enfrentamos, apoderándose de nuestros corazones. Pero cuando buscamos refugio en Dios, Él nos recibe con consuelo, fortaleza y esperanza para lo que está por venir.
Sea lo que sea que estés enfrentando hoy, corre hacia Él. Él es tu seguridad, tu refugio y tu apoyo constante.
Señor, cuando los problemas sacudan mi mundo, que mi primer instinto sea correr hacia Ti. Sé mi refugio, mi fortaleza y mi amparo en cada tormenta. Protege mi corazón del miedo y reemplaza mi ansiedad con Tu paz. Fortaléceme cuando me sienta débil y dame esperanza cuando no vea el camino a seguir. Confío en que me protegerás y me sostendrás en cada prueba. En el nombre de Jesús, Amén.